Contra los Panegíricos del “No, Según qué Guerra”

Vladimir Putin, como buen sátrapa ruso, está haciendo ostentación de su gobierno despótico y aplicando sus ideales absolutistas contra la población de Ucrania. Las decisiones arbitrarias que le caracterizan evidencian, sin embargo, la debilidad, la credulidad y el ridículo sentido del “buenismo” que impera en la Unión Europea. La anexión forzosa y violenta de Ucrania camina por la vía del exterminio, pero los amigos del «No, Según qué Guerra», permanecen escondidos en las cloacas del falso pacifismo que le son propias.

La guerra y los enfrentamientos armados son actividades intrínsecas del ser humano. Por el contrario, la Paz, es un concepto creado por las mentes más evolucionadas socialmente. Su confusa concepción se une a la casi imposible aplicación y a la dificultad que entraña convertirla en un axioma global y permanente de forma voluntaria.

A pesar de lo expresado, la guerra, no debería ser utilizada por los mandatarios y ciudadanos en las relaciones humanas de forma caprichosa. Pero no cabe duda que se trata de la acción más habitual llevada a cabo por los dirigentes totalitarios y dictatoriales para someter a la población y adueñarse, de forma ilícita, de nuevos territorios que no le pertenecen. La invasión de Ucrania, ordenada por Vladimir Putin sin provocación directa previa, es el último ejemplo, pero no el único que se está desarrollando actualmente.

La totalidad de los conflictos armados que se encuentran hoy día activos por el mundo (entre diez y veinte según los últimos informes de 2021) tienen unas características similares. Los activistas o iniciadores de dichas guerras se amparan, se financian, o han mamado las doctrinas de la dictadura del proletariado de Marx y Hengel. Es decir, son hijos del comunismo bolchevique ruso. Su metodología siempre es la misma. Imposición de un estatus militarista, totalitario y dictatorial con el que conseguir el dominio y control absoluto de la población afectada, así como de su territorio. 

Los falsos pacifistas del «No Según qué Guerra» permanecen silentes en las cavernas de la complicidad contra la agresión rusa con el pueblo ucraniano. Su ideología sectaria les impide pisar la calle para protestar por las agresiones bélicas unilaterales que su principal valedor, amigo, y exKGB comunista, Vladimir Putin, está llevando a cabo en Ucrania.

Durante la eufemística “Guerra Fría”, el régimen comunista de la URSS puso en marcha un proyecto de desestabilización de los países considerados liberales y capitalistas. Aquellas naciones con capacidad nuclear fueron los principales objetivos, pero no los únicos.  Para lograrlo, entre otras medidas, el gobierno rojo inició un plan de adoctrinamiento y financiación de miles de estudiantes, grupos sociales y de presión, asociaciones, sindicatos y partidos políticos, por todo el mundo.

Apoyo ruso que no ha cesado tras la caída, entre 1990 y 1991, del gobierno bolchevique de la URSS, hasta nuestros días. Iniciativa que impulsó la aparición y permanencia de una ingente mayoría de movimientos pacifistas, ecologistas, y grupos supuestamente humanistas, que vienen luchando desde entonces ¡únicamente contra los ideales occidentales y la OTAN!

El espíritu traicionero de la clase dirigente de nuestro país nunca tuvo reparos, ni tiene, en traicionar o cambiar de opinión, o de bando según le convenga en cada momento. De este modo, Felipe González pasó del grito «OTAN, de Entrada NO», para contentar al amigo ruso, a enviar fuerzas armadas no profesionales del antiguo servicio militar obligatorio a la Primera Guerra del Golfo, después de germinar la entrada de España en la OTAN.

Convertidos en «Soldados del Amor» por el gobierno socialista fueron gratamente animados a luchar con los ritmos y contoneos de una patriótica Marta Sánchez, su grupo Olé Olé  y, sobre todo, de la inestimable ayuda publicitaria de RTVE y el grupo PRISA. Los grupos pacifistas, antinucleares y ecologistas de España se quedaron en casa bien muditos para no molestar al gobierno socialista.

Para desgracia de la humanidad, cuando Isaac Newton afirmó que «los hombres construimos muchos muros, pero pocos puentes…», tenía toda la razón. Con la actual invasión rusa de Ucrania, los amigos del «No, Según qué Guerra» se encuentran en una disyuntiva difícil de ocultar. Otro presidente socialista, Pedro Sánchez, desea fervientemente ser protagonista de una guerra que oculte o justifique la caída en picado de la economía española y el desmantelamiento del Estado de Derecho y de las Instituciones Nacionales.

Contra José María Aznar, los amigos del «No a la Guerra» carecieron de escrúpulos a la hora de lanzar críticas o insultos contra las decisiones del gobierno popular. Llegaron a tildar de «asesino» al presidente Aznar por enviar cascos azules en ayuda humanitaria y de interposición de seguridad a Irak “una vez finalizada” la contienda armada. Pero hoy tenemos otro gobierno socialista, y el agresor es ruso, aunque no se sepa a ciencia cierta si continúa siendo bolchevique, comunista, capi-comunista, imperialista, o sencillamente totalitario «putinista”, tiene licencia de corso de los pacifistas y amigos del «No a la Guerra».

Podemos, persevera en disimular su apoyo a Putin y a la invasión rusa mediante la utilización de absurdos eufemismos que nada significan. Los morados, forman parte del gobierno y, por lo tanto, son partícipes de las decisiones del mismo por mucho que se esfuercen en ocultarlo. De cara a los escasos votantes que les queda lanzan a los cuatro vientos banales consignas, supuestamente en defensa de la paz y del dialogo. Eso sí, son expresiones abstractas, sin lamento sincero por la invasión rusa a Ucrania.

Tampoco ha salido de las filas moradas una sola llamada de atención, ni petición imperativa, para que Vladimir Putin cese en su pretensión imperialista o del exterminio del pueblo ucraniano. Por el contrario, los dirigentes de Podemos y los ministros afines de Pedro Sánchez, actúan más como colaboradores propagandistas al servicio de Putin que contrarios a la guerra iniciada por el amigo ruso. 

Como era de esperar el voluble presidente Pedro Sánchez, ha vuelto a llegar tarde al concierto internacional. En cuestión de horas, ha pasado de una quimérica firmeza contra Vladimir Putin, cuando afirmaba que la invasión rusa no se produciría nunca, a remitir un escueto remanente de armas al gobierno de Ucrania. En medio de estas dos decisiones, tampoco no tuvo reparo en lanzar su particular mensaje de “No a la Guerra” disfrazado de paupérrimo envío de ayuda humanitaria y de material de protección personal.

Bajo una falsa retórica del “pacifismo armado y selectivo” la desvergüenza de los amigos del «No, Según qué Guerra», ha pasado de la utilización publicitaria de la invasión llevada a cabo por actores comunistas en España y capitalistas en el resto del mundo, como Javier Bardem, a las cobardes soflamas del jefe de Podemos en la sombra, Pablo Iglesias, y su propuesta de rendición incondicional para que la población ucraniana no tenga que luchar con «escopetas de caza contra profesionales» de la guerra. 

Tampoco les va a la zaga la ridícula justificación de la invasión dentro de un «nuevo zarismo», propuesto por el ministro Alberto Garzón, y diligentemente copiado por Barden. Cualquier absurdo mensaje es válido para defender la ignominia del amigo Vladimir Putin. Para no tener que hacer referencia al comunismo ni a Rusia como únicos culpables de la invasión. Otra indigna acción propagandística al ser servicio de Putin. Para estos innobles servidores públicos, lo mejor que puede hacer la población de Ucrania es  convertirse en esclavos de Putin, o morir en el intento por mantener su libertad nacional y personal.

El escritor romano de finales del siglo IV dC, Vegecio, escribió en el libro III de su obra Epítoma Rei Militaris, que «Igitur qui desiderat pacem praeparet bellum», esta imperiosa llamada a mantenerse armado «si realmente» se desea la paz viene perfectamente a colación en estos momentos. A la caída de la antigua URSS, Ucrania, era la tercera potencia nuclear del mundo. Las presiones políticas y el éxito de una falsa promesa de no agresión, llevaron a esta antigua república comunista a desmantelar dicho arsenal. De haberse mantenido firme en la máxima de Vegecio como, por otro lado hace la propia Rusia, Putin, no hubiera actuado tan a la ligera en su deseo de anexión de una Ucrania democrática y libre por la vía de la imposición armada.

¿Supone esto que la guerra es la única solución? Indudablemente no. Pero mientras existan líderes políticos, y los falsos pacifistas seguidores de estos, que actúen sin escrúpulos, contra la vida, la convivencia humana y la libertad, mantener un ejército profesional con un material bélico de última generación parece ser la única vía eficaz como parapeto intimidatorio contra los dictadores imperialistas y sus acólitos seguidores bajo las banderas sectarias del «No Según qué Guerra».

Después, indudablemente deberían llegar las conversaciones, los acuerdos, el amiguismo, la solidaridad, la colaboración, la comprensión, los cánticos, las alabanzas, los abrazos y las risas, pero no antes. Lanzar al viento un «No a la Guerra» en medio del huracán provocado, al tiempo que se reciben las treinta monedas de la traición, es una ignominia aún mayor que la llevada a cabo por los agresores directos. Esta es la situación actual provocada por el dictador ruso, Putin, en Ucrania, y no otra diferente.

El Papa Juan Pablo II manifestó en su día que «La Paz exige cuatro condiciones esenciales: Verdad, justicia, amor y libertad». Vladimir Putin con su intervención en Ucrania, sistemáticamente ha fulminado de un plumazo todas y cada una de las locuciones enunciadas por el Santo Padre. Mientras tanto, los amigos del falsario y traicionero pacifismo del «No según qué Guerra», justifican, amparan, o directamente ayudan al sátrapa ruso. El resto de actuaciones teatrales, lanzamiento de consignas manipuladas o acciones banales propuestas, únicamente forman parte de la retórica política centrada en los titulares de prensa típica de la extrema izquierda en todo el mundo.

SR. SÁNCHEZ, CUBA, SÍ ES UNA DICTADURA

En las últimas semanas, Cuba, para desgracia del régimen, ha vuelto a las primeras páginas de la mayoría de los medios de comunicación. La sociedad cubana, o como tanto gusta a la izquierda en perpetua revolución, el pueblo cubano, hambriento y agotado de tantas mentiras sobre el paraíso impuesto a golpe de fusil, se ha levantado, pacíficamente contra el régimen.

Ha cometido el mayor de los delitos que se puede llevar a cabo en cualquier DICTADURA. Los cubanos desean ¡LIBERTAD! Libertad para elegir sin cuchillos en la garganta. Libertad para pensar, hablar, viajar, comprar, leer, escuchar o ver lo que les dé la real gana, sin ataduras ni uniformes de liberticidas, más que de libertarios.

Desean obtener esa misma Libertad que Pedro Sánchez, con su gobierno Social-Comunista está encadenando en España desde su llegada al gobierno, a golpe de falsa sonrisa conciliadora.  En la cuestión cubana actual, no se trata de proteger los intereses partidistas existentes entre la izquierda española y la Cuba dictatorial. Se trata, llana y sencillamente, de la supervivencia de una población encadenada a golpe de fusil.

Miguel Díaz-Canel, presidente de la DICTADURA cubana desde abril de 2018, hizo una llamada, «a la solidaridad y a no dejar que el odio se apropie del alma cubana, que es un alma de bondad, cariño y amor. No permitamos que nos desunan los que no quieren lo mejor para nuestra nación». Por desgracia para la población cubana, estas palabras tan sólo fueron la antesala del amenazador discurso del presidente cubano, en el que afirmaba que los cubanos sólo pueden aceptar los ideales del «partido revolucionario cubano».

Palabras que, curiosamente, parecen calcadas de los eternos discursos de Pedro Sánchez y sus ¡Haló Presidente!, durante la pandemia. Para Díaz-Canel, al igual que el régimen sanchista, la población debe hacer oídos sordos a cualquier opinión que no provenga del partido, el gobierno, o sus socios, por muy secesionistas o partidarios de la violencia y el asesinato puedan ser.

El presidente cubano Díaz-Canel advertía en su discurso, «¡Ojo! Lo que hoy cuentan las redes sociales no es nuestra #CubaViva». Más cercana a la realidad que niega Sánchez en nuestro país, los medios de comunicación internacional sí que recogieron las amenazas del líder cubano. Incluso el propio diario Público, que supongo será facha a partir de ahora, publicaba en portada el pasado día 12 de este mes, que «La orden de combate está dada, a la calle los revolucionarios».

Pues sí, Sr. Sánchez, Cuba viene sufriendo dictaduras de manera reiterada desde 1952 con el segundo gobierno de Fulgencio Batista Zaldívar, jefe de la Coalición Socialista Democrática. En 1959, la dictadura socialista cubana cayó por la primera revolución comunista en el continente americano, liderada por Fidel Castro. Una vez más, las falaces promesas de libertad y democracia para el pueblo cubano fueron esgrimidas para convencer a los ciudadanos de la benevolencia de una revolución engañosa.

Desde entonces, y tras las renuncias de Alliegro, Urrutia y Dorticós, llegaron las dictaduras de “los Castro”, y tras ellos, la actual de Miguel Diaz-Canel. Ninguno de estos gobiernos se preocupó nunca por impulsar la devolución de la libertad y la implantación de la democracia para ese «pueblo cubano» que permanece prisionero de los caprichos de dirigentes dictatoriales de tendencia socialista y comunista.

Sr. Sánchez, a la población española le interesa conocer cuáles son las auténticas razones por las que aplica la “des-Memoria Histórica, también a Cuba. Es más, si para nuestro presidente en Tele5, «Es evidente que Cuba no es una democracia. No lo es», y para sus socios y ministros de gobierno del ala de Podemos, en Cuba «no hay una DICTADURA». Y es evidente que tampoco es gobernada por un rey ni por modelos libertarios, ¿Qué sistema de gobierno existe en la antigua provincia española?

Múltiples organizaciones internacionales, algunas claramente tendentes hacia la izquierda y el socialismo, han definido los gobiernos cubanos como DICTATORIALES durante muchos años. Incluso Amnistía Internacional, polo opuesto al liberalismo y a la derecha política, la definió en su día como gobierno de carácter «autoritario y restrictivo». ¿Y usted culpa al coronavirus y a la falta de “turismo sexual”, del autoritarismo de Díaz-Canel en Cuba en 2021?

Por desgracia, a raíz de las acciones de nuestro gobierno desde la llegada a la Moncloa, resulta lógico que nuestro presidente se haya negado a admitir que en Cuba existe una DICTADURA, a base de los clásicos eufemismos que sólo provocan una leve sonrisa entre los incondicionales del régimen, español en este caso. Echar mano de la pandemia por coronavirus para justificar la falta de libertad y de democracia en Cuba, es de un infantilismo sólo digno de los regímenes dictatoriales de ideología globalista de la agenda 2030 y 2050.

Como desenlace de tanta demagogia, me permito volver a Manuel Azaña, quien en su obra “La Velada de Benicarló. Diálogo de la Guerra de España”, ya exponía que «Lo importante en una revolución es su contenido político, su pensamiento, su autoridad, su capacidad organizadora y su eficacia con respecto a los fines que la desatan». Y como ocurre con los gobiernos dictatoriales como en Cuba, «En todos estos capítulos, el haber de lo que ustedes llaman revolución, viene a ser cero» (Azaña, 1939)

Esa Efímera Libertad

Hoy presento un artículo publicado en El Día Digital por nuestro director @RafaMontilla_. En el mismo nos nuestra su visión de la Libertad en esta sociedad de consumo y publicidad política. Sin olvidar los pensamientos de otros filósofos desgrana, desde su juventud, una nueva visión de la libertad que sorprende tanto por su lenguaje sencillo como por la profundidad de su pensamiento. Como suele ser habitual, el texto se presenta en bruto, sin maquillajes que adornen y oculten la realidad de la calle.

Como en otras ocasiones, os dejo unos fragmentos y el enlace, pues merece la pena leerlo al completo, desde la intimidad, hasta la meditación…

Amamos la libertad tanto o más que el apego que sentimos por nuestros familiares o la tierra que nos vio nacer. El peligro para dicho sentimiento radica en la conversión de dicho apego, de ese amor supremo. Una cadena que nos esclavice. En una desesperada ansiedad por alcanzar aquello que ya poseemos y no sabemos aceptar.

El poeta y dramaturgo Federico García Lorca escribió <<en la bandera de la libertad bordé el amor más grande de mi vida>> pero no siempre es fácil reconocerla. Durante mi adolescencia, se me concedió una beca de estudio para obtener el título de preparador físico de fútbol. Además de los aspectos físico-técnicos, también estudiamos la psicología humana y de la enseñanza. Cierto día, el profesor nos sorprendió preguntándonos <<¿Qué entendéis por Libertad? ¿Tiene límites?>>. La cuestión no era nada baladí ni fácil de responder abiertamente en la sociedad franquista de comienzos de los años setenta.

La sospecha y la desconfianza estaba muy implantada en todos los rincones de la sociedad española de entonces. Lógicamente ninguno de los becados respondimos en un primer momento. Ante la insistencia del profesor, con la tímida valentía de melenudo “jipirón”, orgulloso respondí: <<hacer lo que uno quiera>> Para a continuación añadir que <<por supuesto, no puede tener límites>>. La discusión estaba servida.

Para la filosofía, la libertad se define como la ausencia de toda coacción. De toda clase de coerción. De modo que sería altamente inexplicable e imposible de aceptar una auténtica sociedad supuestamente libre en la que imperan leyes, decretos, y órdenes legislativas y sociales restrictivas en todos los ámbitos de la vida. Exactamente igual a lo que ocurre hoy día. De hecho, en cuanto a las cuestiones legislativas, nada ha cambiado…

El artículo completo en: https://eldiadigital.es/art/338259/esa-efimera-libertad-por-rafa-montilla

La Libertad y la Naturaleza No se Venden

Mucho se está hablando en nuestra sociedad sobre el ecologismo, la naturaleza y la libertad del ser humano. Se habla demasiado y se actúa con demagogia. Echar una mirada al pasado sin prejuicios nos mostraría los mismos errores que cometíamos entonces y que repetimos hoy día.

En 1854, el presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce, envió una oferta a la tribu Suwamish para comprar el territorio en el estaban asentados desde hacía siglos. Como contrapartida, el gobierno americano se comprometía a crear una reserva en la pudieran seguir viviendo “libremente” y en paz. Hoy día, ese territorio es conocido como Estado de Washington.

La respuesta del jefe de la tribu Suwamish, conocido únicamente como “jefe Seattle” llegó al presidente Pierce en 1855. Desde los años setenta, la contestación del jefe Seattle ha sido comentada, troceada, analizada, descompuesta y vuelta a componer. Miles de páginas web dedicadas a recopilar frases exponen fragmentos, más o menos exactos sobre la misma.

Al mismo tiempo, con el correr de los años, la carta ha sido utilizada como alegato naturalista, desde los movimientos del Flower Power de los años 60 y 70, a los abanderados del actual Cambio climático, pasando por la New Age Universalista. Ha sido utilizada como emblema por los seguidores del ecologismo demagógico, de limusinas y de la tecnología anti-naturalista que únicamente se centra en el negocio y el gasto desorbitado de una supuesta lucha ecológica.

En cualquier caso, lo cierto es que el texto de dicha carta es todo un alegato para aquellas personas que realmente comprenden la auténtica posición que ocupa el ser humano entre los seres vivos del planeta. Pero también se viene utilizando como estímulo para la defensa a ultranza de la libertad de las personas. Algunos párrafos de la carta podrían aplicarse perfectamente a los acontecimientos que se vienen sucediendo en los Estados Unidos de América y en España, en las últimas fechas.

El texto de la carta no tiene propietario más allá de la persona que lo lea y decida aplicarlo. A pesar de su extensión, se debería leer íntegramente, con tranquilidad y una mente abierta, en los hogares y centros educativos…

“El Gran Jefe Blanco de Washington ha ordenado hacernos saber que nos quiere comprar las tierras. El Gran Jefe Blanco nos ha enviado también palabras de amistad y de buena voluntad. Mucho apreciamos esta gentileza, porque sabemos que poca falta le hace nuestra amistad.

Vamos a considerar su oferta pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego a tomar nuestras tierras. El Gran Jefe Blanco de Washington podrá confiar en la palabra del jefe Seattle con la misma certeza que espera el retorno de las estaciones. Como las estrellas inmutables son mis palabras.

¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra?

Esa es para nosotros una idea extraña. Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos? Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y vida de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del piel roja.

Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de origen cuando van a caminar entre las estrellas. Nuestros muertos jamás se olvidan de esta bella tierra, pues ella es la madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el ciervo, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos. Los picos rocosos, los surcos húmedos de las campiñas, el calor del cuerpo del potro y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.

Por esto, cuando el Gran Jefe Blanco en Washington manda decir que desea comprar nuestra tierra, pide mucho de nosotros. El Gran Jefe Blanco dice que nos reservará un lugar donde podamos vivir satisfechos. Él será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por lo tanto, nosotros vamos a considerar su oferta de comprar nuestra tierra.

Pero eso no será fácil. Esta tierra es sagrada para nosotros. Esta agua brillante que se escurre por los riachuelos y corre por los ríos no es apenas agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos la tierra, ustedes deberán recordar que ella es sagrada, y deberán enseñar a sus niños que ella es sagrada y que cada reflejo sobre las aguas limpias de los lagos habla de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo.

El murmullo de los ríos es la voz de mis antepasados. Los ríos son nuestros hermanos, sacian nuestra sed. Los ríos cargan nuestras canoas y alimentan a nuestros niños. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos, y los suyos también. Por lo tanto, ustedes deberán dar a los ríos la bondad que le dedicarían a cualquier hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestras costumbres. Para él una porción de tierra tiene el mismo significado que cualquier otra, pues es un forastero que llega en la noche y extrae de la tierra aquello que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga, y cuando ya la conquistó, prosigue su camino. Deja atrás las tumbas de sus antepasados y no se preocupa.

Roba de la tierra aquello que sería de sus hijos y no le importa. La sepultura de su padre y los derechos de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, a la tierra, a su hermano y al cielo como cosas que puedan ser compradas, saqueadas, vendidas como carneros o adornos coloridos. Su apetito devorará la tierra, dejando atrás solamente un desierto.

Yo no entiendo. Nuestras costumbres son diferentes de las suyas. Tal vez sea porque soy un salvaje y no comprendo. No hay un lugar quieto en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar donde se pueda oír el florecer de las hojas en la primavera o el batir las alas de un insecto. Más, tal vez sea porque soy un hombre salvaje y no comprendo. El ruido parece solamente insultar los oídos. ¿Qué resta de la vida si un hombre no puede oír el llorar solitario de un ave o el croar nocturno de las ranas alrededor de un lago?

Yo soy un hombre piel roja y no comprendo. El indio prefiere el suave murmullo del viento encrespando la superficie del lago, y el propio viento, limpio por una lluvia diurna, o perfumado por los pinos. El aire es de mucho valor para el hombre piel roja, pues todas las cosas comparten el mismo aire -el animal, el árbol, el hombre- todos comparten el mismo soplo. Parece que el hombre blanco no siente el aire que respira. Como una persona agonizante, es insensible al mal olor.

Pero si vendemos nuestra tierra al hombre blanco, él debe recordar que el aire es valioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con la vida que mantiene. El viento que dio a nuestros abuelos su primer respiro, también recibió su último suspiro. Si les vendemos nuestra tierra, ustedes deben mantenerla intacta y sagrada, como un lugar donde hasta el mismo hombre blanco pueda saborear el viento azucarado por las flores de los prados.

Por lo tanto, vamos a meditar sobre la oferta de comprar nuestra tierra. Si decidimos aceptar, impondré una condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos. Soy un hombre salvaje y no comprendo ninguna otra forma de actuar.

Vi un millar de búfalos pudriéndose en la planicie, abandonados por el hombre blanco que los abatió desde un tren al pasar. Yo soy un hombre salvaje y no comprendo cómo es que el caballo humeante de hierro puede ser más importante que el búfalo, que nosotros sacrificamos solamente para sobrevivir.

¿Qué es el hombre sin los animales?

Si todos los animales se fuesen, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu, pues lo que ocurra con los animales en breve ocurrirá a los hombres. Hay una unión en todo. Ustedes deben enseñar a sus niños que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, digan a sus hijos que ella fue enriquecida con las vidas de nuestro pueblo. Enseñen a sus niños lo que enseñamos a los nuestros, que la tierra es nuestra madre.

Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, están escupiendo en sí mismos. Esto es lo que sabemos: la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. Esto es lo que sabemos: todas las cosas están relacionadas como la sangre que une una familia. Hay una unión en todo. Lo que ocurra con la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra.

El hombre no tejió el tejido de la vida; él es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que hiciere al tejido, lo hará a sí mismo. Incluso el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla como él, de amigo a amigo, no puede estar exento del destino común. Es posible que seamos hermanos, a pesar de todo. Veremos.

De una cosa estamos seguros que el hombre blanco llegará a descubrir algún día que, nuestro Dios es el mismo Dios. Ustedes podrán pensar que lo poseen, como desean poseer nuestra tierra; pero no es posible, Él es el Dios del hombre, y su compasión es igual para el hombre piel roja como para el hombre piel blanca. La tierra es preciosa, y despreciarla es despreciar a su creador.

Los blancos también pasarán; tal vez más rápido que todas las otras tribus. Contaminen sus camas y una noche serán sofocados por sus propios desechos. Cuando nos despojen de esta tierra, ustedes brillarán intensamente iluminados por la fuerza del Dios que los trajo a estas tierras y por alguna razón especial les dio el dominio sobre la tierra y sobre el hombre piel roja.

Este destino es un misterio para nosotros, pues no comprendemos el que los búfalos sean exterminados, los caballos bravíos sean todos domados, los rincones secretos del bosque denso sean impregnados del olor de muchos hombres y la visión de las montañas obstruida por hilos de hablar.

¿Qué ha sucedido con el bosque espeso? Desapareció.

¿Qué ha sucedido con el águila? Desapareció.

La vida ha terminado. Ahora empieza la supervivencia”.    

Poco más se podría añadir. La hora de la reflexión ha llegado.

12 de junio de 2020.